Unfulfilled promises and expectations

April, 2025
It is not always true that waiting to embrace motherhood is the best option. I am seeing many cases of women who, in a race against the clock, cannot reach that goal; due to, for example, increasing infertility rates, the lack of a partner with whom to build a family, and the limited success of medical treatments marketed as a solution.
Egg freezing is currently in vogue, especially among women with “promising” professional careers who do not want motherhood to interrupt their professional growth. In several countries, employers even help finance these procedures for their employees—an approach that, despite seeming like a tremendous intrusion into their personal lives, is seen by many as a workplace benefit. These women aim for rising careers and plan to consider motherhood only after the age of 40. In short, in today’s professional environment, many women see motherhood as an inconvenience in their relentless ambition to become “empowered” women. It is only considered an option after achieving high-level goals and economic stability. This context has forced them to believe it.
This postponement is tied to several factors. As mentioned, one key reason is prioritizing professional advancement. However, there are other contributing factors, such as:
- The inability to find a suitable partner.
- Lack of time due to the multiple roles and responsibilities of postmodern life.
- Insecurities and fears about when the “right” time might be (linked to the current infantilization of adulthood, which leads people to believe they are incapable of facing basic human experiences).
- Health concerns (often associated with work-related stress and excessive activity).
- Adherence to discouraging “scientific” narratives, such as:
- Climate change, which claims there will not be enough natural resources to sustain human life (a highly debatable point).
- Overpopulation.
- The degrading idea that humans, as a species, are a “plague” and inherently destructive, and that we “deserve” to be wiped out by a meteor.
- Many other current narratives, all of which are entirely debatable.
Additionally, in many cases, any reason serves as an excuse to avoid committing to a task as demanding as motherhood.
The irony in all of this is that many women are now seeing their long-postponed dream of becoming mothers slip away. Egg freezing has not been as effective as promised, and today, there are groups of women expressing regret[1]. Another betrayal by the scientific narrative. Many, after the age of 40, must face the reality of a life of solitude or one that, in some cases, no longer has a higher sense of purpose. Because at a certain stage, professional life and its relationship with life’s meaning inevitably come into question—particularly from the fifth to sixth seven-year cycles of life (between the ages of 35 and 49, according to the accurate Anthroposophical perspective).
To be clear, I am not saying that a woman’s purpose in life is necessarily to have children. But it is certainly not to hold a high-ranking position in the corporate world either. That may provide financial prosperity and a great boost to the ego, but it does not nourish the soul in the long run. The connection to the spiritual realm often comes knocking loudly between the sixth and seventh life cycles, leading us to question our purpose. Motherhood offers fundamental answers to these questions, which is why so many women who postpone it ultimately face frustration when they can no longer fulfill that possibility.
This aligns with the fact that women, through our physical bodies, serve as portals of connection between this material dimension and the spiritual world—we are the gateway for new souls carrying divine light to enter this life experience and learn from it.
Of course, a different reality exists for women who, due to biological reasons, cannot conceive. In these cases, it is a matter of free will at the level of their Higher Self, and from a spiritual, transcendent, and evolutionary perspective, it is entirely understandable.
To conclude (though I could delve even deeper into the many variables and narratives surrounding this topic), postmodern narratives and programming have achieved their goal: leading women to forget their divine feminine essence, pushing them to overdevelop their provider-oriented masculine energy. This brings only temporary self-satisfaction in most cases. In the short and medium term, it offers perceived social success, but in the long run, it leads to frustration. Current social and cultural programming continues to create inner conflict by disrupting the balance between these two energies.
Ultimately, a superficial connection to external or material (programmed) success disconnects human beings from the balance of their natural inner forces and their true inner free will. I am not saying that it prevents them from fulfilling their spiritual purpose, but it certainly forces them onto a more challenging and painful path to reach it.
[1] Some women regret freezing their eggs, and doctors are worried. https://www.livescience.com/62611-egg-freezing-regret.html
Versión en ESpañol:
El “libre albedrío” de las mujeres: sobre estafas narrativas y falacias actuales
Sobre promesas y expectativas incumplidas
No siempre es verdad que esperar para ejercer la maternidad sea la mejor opción. Estoy viendo muchos casos de mujeres que quieren ser madres pero que, en una carrera contra el reloj, no pueden lograrlo; debido a, por ejemplo, el aumento de la infertilidad, la falta de pareja con la cual edificar una familia y los limitados resultados de tratamientos médicos que se venden como solución.
El almacenamiento de óvulos está de moda, en especial entre mujeres con carreras profesionales “prometedoras” y que no quieren que la maternidad genere pausas en su vida profesional. En varios países, los empleadores apoyan la financiación de este tipo de procedimientos a sus profesionales; si, aunque parezca una tremenda intromisión en su vida íntima. De hecho, mucha de ellas lo ven como un beneficio laboral, pues quieren tener carreras ascendentes que contemplen la maternidad sólo después de los 40 años. En síntesis, la maternidad en el ambiente profesional hoy es vista por muchas mujeres como inconveniente en su irrefrenable ambición de convertirse en mujeres “empoderadas”. Solo se contempla su posibilidad una vez alcanzadas altas metas e ingresos económicos. El contexto las ha lanzado a creer que es así.
Esa postergación tiene varias causas asociadas. Como lo mencioné, una es priorizar el avance profesional. Pero hay otras causas como:
- la imposibilidad de encontrar una pareja adecuada,
- la falta de tiempo por las múltiples ocupaciones y roles de la vida postmoderna,
- inseguridades y miedos acerca de cuándo es el momento adecuado (relacionado con la infantilización actual de la vida adulta y que lleva a las personas a asumir que no son capaces de afrontar experiencias básicas de la vida humana),
- asuntos de salud (también asociados al estrés laboral y el exceso de actividades),
- la adherencia a narrativas “científicas” desesperanzadoras como: el cambio climático, según la cual no habrá recursos naturales suficientes para sostener la vida humana; la sobrepoblación mundial; la denigrante idea instalada de que, en la supervivencia, los humanos somos una especie “plaga”, naturalmente destructores y sólo merecemos que “nos extinga un meteorito”; entre muchas otras narrativas actuales, todas, absolutamente discutibles,
Además, también está el hecho de que casi cualquier razón es excusa antes que comprometerse con una tarea tan demandante como la maternidad.
Lo irónico de todo esto es que muchas mujeres están viendo frustrado el propósito, hoy altamente postergable, de convertirse en madres. El congelamiento de óvulos no ha sido tan efectivo como a muchas les prometieron y hoy existen grupos de mujeres arrepentidas[1]. Otra traición narrativa por parte de la ciencia. Muchas, después de los 40 años, deben enfrentar la realidad de una vida en soledad o que incluso, no tiene ya un propósito superior. Porque la profesión y su relación con el sentido de vida, inevitablemente, se ve cuestionada en esas etapas a partir los septenios quinto y sexto de vida (es decir, desde los 35 a los 49 años, desde la acertada perspectiva Antroposófica).
Con lo anterior no quiero decir que el sentido de la vida de toda mujer sea tener hijos, pero definitivamente, no lo es tener un alto cargo en el mundo corporativo. Ello brinda prosperidad económica y un buen alimento para el ego, pero no constituye un alimento para el alma en el largo plazo. La conexión con el mundo espiritual suele hacer un ruidoso llamado a la puerta entre el sexto y séptimo septenio y nos lleva a cuestionarnos sobre el sentido. Los hijos y la maternidad brindan respuestas fundamentales al respecto. De ahí, la frustración de quienes, por su postergación, no pueden cumplir con esa posibilidad.
Esta última afirmación corresponde con que las mujeres somos, a través de nuestros cuerpos físicos, portales de conexión entre esta dimensión material y el mundo espiritual: somos el portal de ingreso de nuevas almas que vienen con su luz divina a experimentar y aprender de esta experiencia de vivir.
Por supuesto, otra historia es la de las mujeres que, por alguna cuestión biológica, no pueden procrear. Esta es una situación que en ellas atañe al libre albedrío de su Yo Superior y es completamente comprensible desde una óptica espiritual, trascendente y evolutiva.
Para terminar aquí, pues podría profundizar aún más en las variables del tema, las narrativas y programaciones postmodernas han logrado su propósito: llevar a las mujeres a olvidar su divino femenino, motivándolas a sobre-inclinar su balanza hacia un exceso de energía proveedora masculina, lo cual les deja una autosatisfacción que es sólo momentánea en la mayoría de casos. En el corto y mediano plazo, les ofrece éxito socialmente percibido, pero en el largo plazo, deja frustración. Las actuales programaciones sociales y culturales no dejan de generar conflicto, resultado de la falta de equilibrio en las dos energías.
En definitiva, la superficial conexión con el éxito externo o material (programado), desconecta al ser humano del equilibrio de sus naturales fuerzas internas y de su verdadero libre albedrío. No quiero decir que se pierde de su propósito espiritual, pero sí que toma el camino más pedregoso y doloroso para alcanzarlo.
[1] El 49% de las mujeres que decide congelar sus óvulos con el fin de retrasar la maternidad se arrepienten de haberlo hecho, según un estudio dirigido por Eleni Greenwood de la Universidad de California (Estados Unidos), en el que se analizaron los casos de más de 200 mujeres.